1/13/2012

Justicia, Fe y Amor

Por culpa o no del diablo, la verdad es que la gran mayoría de la humanidad está irremediablemente perdida. Incluyendo a tres de cada cuatro de los que oyen la Palabra de Dios.

Pero, ¿qué hacer? ¿Romper Su justicia e imponer Su voluntad a cualquier precio a los insolentes y rebeldes? Su justa y perfecta Justicia no permite equivocación. Su plan de salvación para todos, fue elaborado sobre la justicia. Ni siquiera Él, como Todopoderoso y Justo Juez, puede revocar Su Palabra empeñada. A causa de esa justicia perfecta e intocable, proveniente de la fe practicada, literalmente todos los seres humanos pueden ser salvos, mientras estén vivos y conscientes de sus facultades mentales, para elegir la fe del Señor Jesucristo como Único Señor y Salvador.

La calidad de fe exigida para la salvación eterna del alma, tiene que tener el mismo carácter de amor tipo ahava. Es decir, fe exenta de sentimientos.

Dios amó al mundo de tal manera que sacrificó a Su Único Hijo por él. Sacrificó antes de obtener la respuesta de la humanidad. Sacrificó porque amó, sacrificó porque creyó.

No hay amor ni fe sin actitudes sacrificiales. Quien huye de eso, estará condenado a los fracasos en el amor y en la fe. O sea, en todo en la vida.

Adán y Eva fueron creados en el esmero. Perfectos desde el punto de vista físico y espiritual. La imagen y semejanza de Dios habla respecto a su carácter de justicia. Cuando transgredieron la Ley se tornaron injustos. Y entonces perdieron lo más sagrado que tenían en sí: la comunión con el Justo Juez. A partir de allí, ¿qué comunión podría haber entre la Justicia y la injusticia? ¿Entre la Luz y las tinieblas?

Para que el pecado de la transgresión de la Ley fuese perdonado, alguien tendría que asumirlo y llevarlo a la sepultura. De ese modo el pecado también moriría. Pero, ¿cómo alguien podría asumir el pecado de otro, si también hubiese pecado? No hubiera podido. Para asumir el pecado de terceros, tendría que haber alguien perfecto y sin ningún pecado. ¿Dónde encontrarlo? No había.

Dios tuvo que crear una nación, separada de las demás, paganas, para traer a Su Único Hijo al mundo. El proyecto Divino de crear un mundo justo y perfecto con el primer Adán, falló a causa de su injusticia. Pero no falló con el Segundo Adán, Jesús. Él vivió en la justicia y, así, pudo asumir la injusticia de la humanidad. Eso Lo hizo maldito. Y como maldición fue crucificado.

En compensación, llevó Consigo todos los pecados de la humanidad para la sepultura. Ningún ser humano, pienso que hasta ni los mismos ángeles, puede entender la profundidad de la fe y del amor de Dios por la criatura humana, cuando arrancó a Su Hijo de Sí, para exponerlo a la ignominia de la cruz.

Su sentido de justicia, fe y amor Lo obligó a esto. ¿No tendría que exigir a la raza humana el mismo tipo de fe y amor (sacrificiales) para con Él? Es justamente eso lo que Jesús enseña: “Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo (sacrificio), tome su cruz (sacrificio), y sígame (sacrificio).” Mateo 16:24

Él puede exigir cualquier sacrificio a Sus seguidores, ya que fue El Propio sacrificio por ellos. Por lo tanto, al asumir la fe exenta de emociones, el pecador es perdonado, se vuelve inocente delante de Dios y su alma es salva.

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